16.8.10

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algunos recurrieron a los tatuajes: anclas que rascaban el fondo oxidado de la piel, salamandras inexpresivas, hojas secas que en realidad eran humus que en realidad eran otoño. sólo los más mediocres nos atrevimos a garabatear nuestra verdad con un boli bic y entregarla así a la tragedia de la literatura. condenados a reescribirla para siempre para ver cómo se borraba poco a poco. lo único -de unicidad- cierto es que de la violencia, de la auténtica violencia -la silenciosa- nunca se escapa

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