25.12.10

Clásico poema de Navidad pre-botella-de-whisky


La tal lady V., que fuera una de ellos durante tanto tiempo, se vio ahora súbitamente excomulgada; arrojada sin contemplaciones al tiempo-cero del amor humano, sin haber reconocido como momento el momento exacto sino cuando Mélanie entró por la puerta lateral de Le Nerf del brazo de Porcépic y el tiempo -por un rato- se detuvo. El dossier de Stencil basa estos datos en la autoridad del propio Porcépic, a quien V. contó muchas cosas de su relación. Su descripción de ellas es una naturaleza muerta del amor, bien compuesta y sin edad: V. en el pouf, contempando a Mélanie sobre la cama; Mélanie contemplándose a sí misma en el espejo; la imagen del espejo contemplando a su vez a V. de cuando en cuando. Sin movimiento salvo una mínima fracción. Y sin embargo, una de las soluciones para una de las más antiguas paradojas del amor: soberanía simultánea y sin embargo, fusión. La dominación y la sumisión no se apreciaban; el esquema tripartito era simbólico y mutuo. V. necesitaba a su fetiche; Mélanie un espejo, paz temporal, otra persona que contemplase cómo obtenía placer. Pues tal es el amor a sí mismos de los jóvenes cuando interviene también un aspecto social: una joven adolescente cuya existencia es tan visual que observa en un espejo a su doble; el doble se convierte en voyeaur. La frustración de no poder fragmentarse en un público bastante numeroso no hace sino aumentar la excitación sexual. Necesita, al parecer, un voyeaur real para contemplar la ilusión de que sus reflejos constituyen, de hecho, ese público. Con la adición de esta otra persona -multiplicada también, quizá, por los espejos- se produce la consumación: puesto que ella es también su propio doble. Es como una mujer que se viste solamente para que la miren y hablen de ella otras mujeres: los celos que en ellas despierta, los cuchicheos, la reluctante admiración son su dominio. Ellas son ella.

En cuanto a V., reconocía ésta -consciente quizá de su propio progreso hacia lo inanimado- que el fetiche de Mélanie y su propio fetiche eran una misma cosa. Como son iguales todos los objetos inanimados para aquél que es víctima de ellos. Era una variación del tema de Tristán e Isolda, de hecho, según algunos, la sola melodía, banal y exasperante, de todo romanticismo desde la Edad Media: “el acto del amor y el acto de la muerte son una misma cosa”. Muertos al fin, los amantes serían uno con el universo inanimado y el uno con el otro. Juego amoroso hasta entonces, tórnase así en encarnación de lo inanimado, el travestismo no entre sexos sino entre lo vivo y lo muerto; lo humano y el fetiche […] El amor es el amor. Hace acto de presencia en las situaciones más extrañas. Esta pobre mujer estaba atormentada por él. Pero en cambio Stencil se limitó a encogerse de hombros. Que fuese lesbiana, que se convirtiese en fetiche, que se muriese: era una bestia venérea y no tenía lágrimas para ella.

V., Thomas Pynchon


Protegido por metacarpos y falanges
el músculo de la valentía y del sueño
pronuncia
una aleación de lágrima y saliva
hacia el punto débil de la muerte.

Abrid el circuito cerrado de la sangre
perfeccionad vuestra herida y vuestro miedo
hasta que tengan párpados.

Un día descubriréis que el corazón es un disparo.

Uno solo.

(Feliz Navidad)

2 comentarios:

  1. ¡Feliz Natividad, Mecha!

    (que bi...en la imagen) xD

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  2. Felid Navidaz, Lidiota! :)

    (es una definición de sensualidad, la mujer ésta)

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