28.7.10

reptar, volar

Cuando el diafragma se contrae, se aplana y desplaza en un movimiento descendente, ocasionando que los músculos pectorales menores y los músculos intercostales presionen las costillas hacia el exterior y, en consecuencia, que la cavidad torácica se expanda y el aire penetre en sus pulmones a través de la cara contraria de la garganta que beso, para colmar el vacío resultante. Mientras mi mano asciende, entre un temblor que la costumbre ha tornado imperceptible, desde el cóxis hasta la nuca, el aire atraviesa de nuevo su laringe en dirección contraria, superando el nudo de las cuerdas vocales en pequeñas nubes de ondas sonoras.

Te quiero.

Y yo, levantando los pliegues de su falda para contemplar la V. invertida que deletrea la felicidad de estar vivo y estar con ella, la creo. El mundo nos zarandea arriba y abajo, arriba y abajo. No. El mundo es la quietud, el cementerio a donde iremos a parar. Nosotros lo zarandeamos. Arriba y abajo, para escapar de él entre jadeos.

Se ha dicho que la vida transcurre en el plano de los acontecimientos, no en el de las palabras. Por eso confiamos sólo en el movimiento. Hacemos el amor.

se abre la investigación

WHAT KILLED the dinosaurios?, preguntas mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿O quién? ¿Tú misma, un meteoro, una erupción volcánica? ¿Murieron uno a uno apuñalados o fueron víctimas tempranas de una súbita y calculada exterminación?
José Ángel Valente

Tejo un corazón con las manos, deseo engancharme los dedos con la aguja y sangrar un poco, sólo un poquito, en un espectáculo controlado del que pudiese despertar. Pienso en momentos autodidactas que olvidan los movimientos estudiados durante horas. Pienso en abandonar un cuerpo sobre la red de seguridad, arropado por el suspense que precede a los gritos que se ahogan en mi carne. Porque estoy hecho de apuñalamientos, trocitos crudos tejidos con la misma aguja que sostengo y que a veces, a falta de aliento, mancho de tinta y palabras dulces.

El basta no sale, se queda dentro de las brazadas, acariciando el umbral de los dientes como una lengua fría, un pez viscoso remontando un río de lava, un pájaro de lava remontando un vuelo viscoso. Las venas se me bifurcan sobre el cielo, se me agitan, ramitas que hacen crack y caen al suelo entre las hojas. Los ahoras se vuelven, uno a uno, como enormes dinosaurios indefensos, o nuncas.

Abandono un cuerpo sobre la red. Y digo de seguridad. Y sé a lágrima. Y sé que el tintero es mucho más oscuro que el mar, profundo que los pulmones, seguro que el abrazo que podría definirme en trocitos crudos más rojos que el corazón de tela que puedo sostener con las manos sin sostener el aliento. Y me bebo todo de un trago, como un chupito de cicuta.